El país que no se hace respetar no tiene derecho a llamarse una nación libre, y la República Dominicana, es una nación libre, por la voluntad de sus fundadores y la sangre de los que la mantuvieron libre y soberana.
Lo es por la voluntad de su pueblo, y por la decisión del gobierno
democrático que ese pueblo eligió el 20 de diciembre del 1962".
Escrito por:Fitzgerald Tejada Martínez
Nuestra historia
desde la colonización, pasando por el nacimiento de la república, y luego,
llegando hasta nuestros días, ha sido rica en acontecimientos que han marcado a
quienes forman parte de los elementos que la componen. Y, Juan Bosch, ese
insigne hijo de la patria, terminó convirtiéndose ?sin quizás? en el dominicano
más notable e influyente político del siglo pasado.
Su historia, que
indefectiblemente, se enmarca dentro de las grandes proezas acometidas por
quienes están destinados a ocupar un importante sitial en el pabellón tricolor
de la dignidad nacional, deberá ser contada como la de mayor luminosidad y
característica nacionalista.
Su legado, compuesto
por un conjunto de ideas y acciones, quedará plasmado en la memoria de quienes
le conocieron, y será difundido a través del tiempo para que su filosofía de
vida permanezca presente en la memoria de las generaciones presentes y futuras,
convirtiéndose en la mas noble herramienta de contribución al fortalecimiento y
consolidación de nuestra frágil democracia.
Juan Bosch, decía:
"El hombre no
puede cumplir su destino en la sociedad, sino convierte sus ideas y sus deseos
en hechos, porque sólo los hechos tienen verdadero valor en la vida
social".
Entonces, como parte
de ese pensamiento convertido en hechos, debemos decir que el 28 de abril, del
año 1963, fue el día que Juan Bosch, inspirado en el sentimiento patriótico de
los padres libertadores, defendió con gallardía, con coraje y gran valor, la soberanía
y la dignidad de la nación.
Esa noche, en un
discurso difundido por radio y televisión, el entonces presidente de los
dominicanos, respondió enérgicamente ante una agresión del gobierno haitiano,
dando un ultimátum de 24 horas al tristemente recordado dictador, Joan Claude
Duvalier, amenazándolo con enviar a nuestras Fuerzas Armadas, a Puerto
Príncipe, y procediendo de inmediato a militarizar la frontera nacional.
El motivo que provocó
esa decisión patriótica, surgió como respuesta a una violación por parte del
régimen de Duvalier, a la Convención de Viena (Austria), adoptada el 18 de
abril, de 1961, sobre relaciones diplomáticas ?un tratado internacional que
regula las relaciones diplomáticas entre los países, y la inmunidad del
personal diplomático?.
En ese entonces,
nuestra embajada en Haití, había sido cercada por la policía haitiana, conocida
como Tontón Macoute, la cual exigía la entrega de un militar haitiano
insurrecto (Teniente François Benoit), que había encabezado una conjura contra
el dictador y se presumía que estaba oculto en la embajada.
Ante esa agresión, el
presidente Juan Bosch, dio un plazo al gobierno haitiano de 24 horas para el
retiro del cerco o de lo contrario, le pondría punto final al incidente usando
los medios que estuviesen al alcance del gobierno dominicano, en una alocución
difundida por radio y televisión, al pueblo dominicano y al resto del mundo,
incluidas las autoridades haitianas.
En su mensaje, juan
Bosch, decía:
"El pueblo
dominicano sabe ya que la embajada y la cancillería de nuestro país, han sido
violadas por la policía haitiana, esa acción es una bofetada en la cara de la
República Dominicana, una afrenta que nosotros no estamos dispuestos a pasar
por alto".
"Hemos sufrido
con gran paciencia los ultrajes del gobierno haitiano, pero esos ultrajes
tienen que terminar ya de manera terminante", reclamó el mandatario.
Entonces, de
inmediato, la respuesta del pueblo fue enérgica, a tono con la gravedad de
aquel hecho ominoso.
Ese discurso
histórico, la noche del 28 de abril, había estremecido el sentimiento nacional,
mostrando a un presidente, decidido a rescatar el honor de la patria
?nuevamente mancillado? y siendo enfático al afirmar que si no se resolvía el
conflicto por las buenas, lo haría por los medios que tuviera a su alcance,
incluyendo una invasión militar.
Y continuaba, Juan
Bosch, diciendo:
"El país que no
se hace respetar no tiene derecho a llamarse una nación libre, y la República
Dominicana, es una nación libre, por la voluntad de sus fundadores y la sangre
de los que la mantuvieron libre y soberana. Lo es por la voluntad de su pueblo,
y por la decisión del gobierno democrático que ese pueblo eligió el 20 de
diciembre del 1962".
"Haití conspira
contra el gobierno dominicano, y le ha faltado el respeto a nuestra nación. Las
naciones pequeñas que permiten que esto ocurra, no son dignas de ser naciones,
porque lo único que puede mantenernos como país soberano es la decisión de
hacernos respetar de los pequeños y los grandes, de los que pretenden abusar de
su debilidad y de los que pretendan abusar de su fuerza".
Y aquel presidente,
no solamente se quedó en la retórica, sino que envió aviones de la Fuerza Aérea
Dominicana, a sobrevolar Puerto Príncipe, los cuales lanzaron volantes en
francés y creóle, dando un plazo de tres horas al dictador haitiano para
desalojar nuestra embajada, y en caso de no hacerlo, amenazando con bombardear
su palacio de gobierno.
En esencia, durante
toda nuestra historia, desde que España, a través del Tratado de Basilea, en el
1795, cedió la colonia de Santo Domingo a Francia, los conflictos en las
relaciones con Haití, han existido no por causa de quienes ocupamos este lado
de la isla, sino como resultado de un propósito de conquista irracional de
quienes nunca les ha interesado la convivencia pacífica entre ambos pueblos.
Ciertamente, desde
Toussaint L?Ouverture, pasando por Jean Pierre Boyer, hasta nuestros días, la
república dominicana, ha vivido bajo una amenaza constante y las agresiones
permanentes a su dignidad.
Recientemente, un
caso similar al ocurrido en el 1963, se suscitó en febrero de este año, cuando
un grupo de manifestantes haitianos, penetraron a la cede de la embajada
dominicana, quemando nuestra bandera y ondeando la de su país, sin que ningún
organismo internacional se pronunciara enérgicamente por ese hecho.
En cambio, nuestro
pueblo ha sido al extremo tolerante y solidario, y ?a excepción de la impronta
patriótica de Juan Bosch? nunca ha blandido su espada para lacerar la dignidad
de ningún otro pueblo hermano, mucho menos al pueblo haitiano.
Sin embargo, la
república dominicana, nuevamente, se ve acosada no solo por las pretensiones de
sectores que buscan la aniquilación de nuestra independencia como nación, sino
también, por una silente y pacifica invasión de extranjeros, que procura
fusionar la isla bajo una misma idiosincrasia e identidad cultural, de raza, y
de clase, lo que representa una equivocada e intolerable decisión.
Por lo tanto, nuestra
nación, que liberada del yugo extranjero en el 1844, bajo la consigna
libertadora de "Dios, patria y Libertad", y que luego, en el año
1963, fue capaz de hacer valer esa condición histórica, no permitirá bajo
ningún concepto o circunstancia que su soberanía sea cuestionada, ni tampoco
manipulada por ningún interés particular venga de donde venga.
Óiganlo bien..., la
Republica Dominicana, es independiente, libre y soberana, y así permanecerá.
¡Que vivan, Juan
Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella y Gregorio
Luperón!
¡Que viva Juan Bosch,
y todos aquellos que como él, fueron y serán capaces de dar su vida por nuestra
nación!
¡Que viva la
Republica Dominicana, carajo!
Escrito por:
Fitzgerald Tejada
Martínez